miércoles, 30 de julio de 2014

Huevos rellenos




Tenía escasos veinte años y tras pasar meses contando los días para viajar a Alemania, llegada la noche anterior a mi partida, un nudo se me puso en el corazón, una angustia pesada como un plomo se apoderaba de mí. Me iba y dejaba todo, país, familia... todo y me iba sin nada más que dos escasos pantalones, una cazadora, un cuaderno y como vocabulario "melón y abuelos" en alemán.

La despedida en Renón (Oviedo) fue dura, solo habían ido mis padres al aeropuerto y la mirada lastimera de mamá era como una losa en mis ansias de libertad. Iba a echarlos de menos, a todos ellos, pero en especial a mi madre. Sentía que la dejaba sola y no es un apego raro, es que tanto ella para mí como yo para ella, fuímos las mejores amigas en aquellos años devastadores. 

Fue un año de intenso frío, los vientos de Siberia se habían colado en la península y eso hizo que mi avión tuviera que hacer escala de Madrid a Barcelona, en vez de vuelo directo de Madrid a Stuttgart. Como más compañía, mis cascos, los Rolling Stones y un poderoso miedo.

Llegué de noche, fuera estaba todo nevado, todo era blanco y gruesos copos caían del plomizo cielo, no entendía nada. Los uniformes de los policías, de un verde feo, no me aliviaban demasiado y de pronto la vi, Bettina me saludaba desde el exterior, con la mano y una sonrisa. Armada de valor, cogí mi maleta y salí. 
-¿Solo eso?- me preguntó
-Solo, no necesito mucho- contesté. ¿Qué decir? ¿Que "eso" eran todas mis pertenencias?

Montamos en un Mercedes todo terreno de segunda mano, por lo visto había pertenecido a la policía, ya que cuando retiran los coches, los venden como cualquier hijo de vecino y pusimos rumbo a Kleinbottbar.

La casa, toda enmoquetada, olía a té, colgados de las paredes, numerosos cuadros a punto de cruz que Peter había bordado. En la habitación de Natalie, numerosos peluches poblaban el suelo y mi cuarto, de madera, abuardillado, me metió de lleno en el paisaje invernal de un cuento de los hermanos Grimm.

Mi vida en Alemania, había comenzado, allí fue donde empecé a escuchar que cocinaba bien y una de las primeras recetas que les hice fueron los huevos rellenos de mamá.

La receta ya la puse en su día aquí

INGREDIENTES
1 Docena de huevos
2 Latas de atún en aceite de oliva
Salsa de tomate frito

Bechamel ligera



PREPARACIÓN
Cocemos los huevos en abundante agua durante diez minutos.

Cuando ya estén fríos, los pelamos y cortamos a la mitad y sacamos las yemas reservándolas en un cuenco y las claras en un plato grande.

Mezclamos las yemas (dejamos dos o tres yemas para poder decorar después) con el atún desmigado y la salsa de tomate y rellenamos los huevos con la pasta resultante.

Ponemos los huevos rellenos boca a bajo en una fuente llana y amplia y cubrimos con bechamel y espolvoreamos con las yemas trituradas.

Se sirven tanto fríos como calientes, de ambas formas están muy ricos.




martes, 29 de julio de 2014

Pisto


Es la noche de las Perseidas, la lluvia anual de estrellas y parece que no vamos a poder verlas. A pesar de haber estado pensando en ellas durante dos meses, llegada la noche, en Celorio parece nublado. Es sábado y mi costillo a venido desde Santander a pasar el día con nosotros, y tras cenar hemos decidido acercarnos a Llanes a ver la lluvia de estrellas. Miramos el oscuro cielo, capoteado de nubes, y tomamos algo en la terraza de Los Italianos, ya son casi las dos de la mañana y el cielo sigue en sus trece, la temperatura es perfecta... por lo que cuesta decidirse ir a casa a dormir, además, los niños aún quieren dar un paseo.
 Decido que es buena idea irnos al puente, y de camino allí, mirando al cielo, un claro nos da esperanzas, pocos minutos después, el cielo es un campo poblado de puntitos tintineantes.

La lluvia estaba prevista para esas horas y corremos hacia el Paseo San Pedro, subimos a prisa las escaleras y en la más profunda oscuridad, tumbamos nuestras espaldas en la fría hierba, con el sonido de las olas chocando en el acantilado. Mi mente se traslada al pasado, cuando allí, en es mismo paseo, mis amigos tocaban la guitarra y algunos cantábamos... de aquellos amigos solo quedan dos, los demás llorarán lágrimas en forma de estrellas fugaces.

No parece ocurrir nada, igual ya pasó la hora, pero estamos bien allí tumbados, al fresco, en familia. esta pequeña familia, tan fuerte, tan unida a pesar de todo. Mi hijo dice emocionado -¿Las viste? Ha sido tan rápido que no sé si será lo que estábamos esperando- todos estamos ansiosos, la niña se revuelve en el prado y grita con emoción que ella también la vio y así, tal y como empezó, la lluvia de estrellas surge de la nada, veloces estrellitas caen contra el mar Cantábrico, veloces, son casi un suspiro, decenas de ellas, la niña dice que ha contado más de veinte... yo he perdido la cuenta, y dudo que llegue otra noche que me colme de tanta felicidad, con los míos, en mi tierra... verano del 2012

Hoy de nuevo son Las Perseidas, pero estamos en Santander, mi Costillo trabaja y no saldrá antes de las tres de la mañana, y en Santander no se ve la lluvia de estrellas, la contaminación lumínica nos lo impide. este año todo es distinto, no he podido ir a la tierra que me da la fuerza y éstas empiezan a faltarme.

INGREDIENTES
1 Calabacín
1 Pimiento verde italiano
1/2 Cebolla roja
1 Puerro pequeño
2 Zanahorias
2 Tomates grandes maduros
2 Patatas medianas
1/2 Vaso de vino tinto


PREPARACIÓN
Me gusta añadirle patata frita al pisto, así lo ha hecho siempre mi madre y yo he continuado con la receta de casa, cuando algo está bueno, para qué cambiarlo.

Pelamos las patatas y las cortamos en daditos. Freímos en abundante aceite de oliva. Cuando estén doradas y crujientes, las sacamos y reservamos.

En una olla baja vertemos un buen chorro de aceite de oliva y llevamos al fuego.

Picamos todas las verduras en daditos y las vamos echando al aceite caliente, damos vueltas y al cabo de un cuarto de hora añadimos el vino tinto, removemos para que se integre todo bien y dejamos cocinar a fuego bajo hasta que todas las verduras estén tiernas. A unos diez minutos antes de terminar la cocción añadiremos las patatas fritas.

NOTA: Para Hacer este plato aún más completo, mi madre, cuando el pisto estaba recién hecho y aún estaba en la cazuela, añadía un par de huevos batidos y removía para que se cocinasen en el calor de las verduras, aportando así proteínas y un espesor bastante rico.




jueves, 24 de julio de 2014

Alitas y patatas cajún


No tardábamos demasiado en decidirnos a dónde ir a dar el paseo diario; mi madre y yo hemos caminado mucho juntas, tanto que caminar la una sin la otra no resulta lo mismo. En época de moras y manzanas el destino estaba asegurado, el bosque. No hay un olor como el del bosque, la humedad del musgo, el de las hojas secándose en el suelo, la tierra fresca... los helechos que te acarician las piernas. La felicidad del perro que correteaba delante de nosotras, husmeando matojos, moviendo la cola sin cesar.   La boca se inunda de saliva cuando vislumbras ese manzano cargado de fruta, justo antes de darle el mordisco te parece escuchar el chasquido jugoso en tu cabeza. Las moras que vas apilando una tras otra en la bolsa y otras tantas que vas comiendo porque son irresistibles... el regreso a casa... a la parte del jardín donde por la noche nos sentábamos a mirar el cielo, a preguntar dónde irá ese avión ¡ojalá esté yo en él y volar, volar muy lejos! 

Han pasado más de veinte años y sigo caminando con mamá, a diario, ambas con más achaques, con distintos paisajes, distintas conversaciones. Hemos cambiado las manzanas del árbol por los cafés en el Pombo o el pincho en El Corona. Se nos han quedado cosas importantes en el camino, papá se bajó del tren hace no tanto... su pijama, ese pijama de botones que me sigo poniendo y ¿sabes? aún me sigue apeteciendo meterme en la cama de mamá porque él no está. La última vez éramos las tres, mamá, mi hija y yo, en la misma cama, como una fiesta de adolescentes. Las risas, la radio y poco a poco el sueño que te invade hasta que te das cuenta de que ya es otro día. Tengo que hablar de esas risas, no creo que vuelva a reírme tanto como lo hago con mi madre, esa risa sana, contagiosa
El tiempo cambia escenarios, historias y personajes. Creo que esto es envejecer, el recordar el pasado con añoranza y temer lo que está por venir, ser demasiado consciente de que hay cosas que se van para no volver y que tú eres una de ellas.

INGREDIENTES
1Kg de alitas de pollo limpias de puntas

2 Patatas grandes

Una cucharadita de pimentón dulce
Una cucharadita de semillas de comino
1/2 Cucharadita de curry en polvo
1 Cucharadita de ajo en polvo
1 Cucharadita de cebolla en polvo
1 Cucharadita de tomate seco en polvo
1/2 Cucharadita de pimienta negra
la Puntita de una cucharita de pimentón picante
1/2 Vaso de vino, cerveza o licor


PREPARACIÓN
Mezclamos todas las especias, licor y sirope y bañamos las alitas con ello, dejamos reposar en la nevera al menos media hora.

Mientras tanto lavamos bien las patatas, ayudándonos con un estropajo. Cortamos en gajos gordos las patatas sin pelar. Las lavamos y mezclamos con las alitas y dejamos reposar diez minutos, para que se impregnen ellas también de los sabores de las especias.

Encendemos el horno a 200ºC y horneamos nuestras alitas y patatas al menos 30 minutos.

La cocina cajún es una cocina especiada, sabrosa y fuerte.


viernes, 18 de julio de 2014

Ensalada de vainas


Se quedó soltera y esa condición la llevó a la amargura, era de esa época en la que una mujer sin marido valía la mitad y empezó a enrarecerse. Con el paso del tiempo su rostro surcado de arrugas, acompañaba a su mal humor, parecía fundirse el genio en la piel correosa y ajada. Un gran carácter la calificó toda su vida y su tranquilidad se veía rota cada vez que mis hermanos y yo hacíamos acto de presencia; Madrina era sencillamente inaguantable, incapaz de comprender que esa chiquillada que venía en tropel al pueblo, llegaban con ansias de libertad, de romper las ataduras de la vida diaria y que la ropa y la higiene eran lo de menos para nosotros, pero ella no se cansaba de amargarnos el verano haciendo comparaciones odiosas, que en el mejor de los casos dejábamos a un lado en el momento de salir por la puerta en busca de la siguiente aventura... en mi caso la aventura fue destrozarle más de la mitad de la cosecha de patatas con hacha, o entrar al gallinero a coger los huevos para darle de comer al perro, o... o tantas chiquilladas como se me pudieron ocurrir en esos momentos. Ella significaba las ataduras, las regañinas, los reproches y los malos gestos; la incomprensión.

Ha pasado el tiempo y aquella inquina infantil ha dado paso a una la comprensión,  comprensión por vida en soledad, con su tranquilidad y la rutina a sus medida. Sin muchos reparos dejaba que llegase el ejército de niños escandalosos, traviesos, díscolos y asilvestrados, cuando ella lo que deseaba era presumir de niños impolutos, bien educados y tranquilos, de esos que se están quietos durante horas; de esos de los que dice la gente "parece que no hay niño"

Al ser una mujer de campo, su dieta consistía en todo lo que la tierra le daba, y las vainas las bordaba.

INGREDIENTES
1/2 Kg de vainas (judías verdes)
2 Patatas

1 Lata de maíz
Una pechuga de pollo
Una chistorra
1 Zanahoria

Aceite de oliva virgen extra
Vinagre de manzana

PREPARACIÓN
Cocemos las vainas cortadas y limpias de cuerdas, junto a las patatas y zanahoria. Cuando estén cocidas, cortamos las patatas en dados y la zanahoria en brunoise.

Cortamos la chistorra en rodajas y la pechuga en daditos. En una sartén antiadherente echamos primero la chistorra para que vaya soltando grasita y a continuación la pechuga de pollo hasta que quede dorada.

Mezclamos todo junto y hacemos una vinagreta con dos partes de aceite por una de vinagre, emulsionamos bien hasta formar una cremita y lo añadimos a las vainas.


jueves, 17 de julio de 2014

Clafutí de cerezas


Le veía todos los días, leyendo el periódico y tomando un café cortado. No hacía mucho  me enteré de que tenía 93 años y que cuando yo le veía es que había bajado a comprarle el tabaco a su mujer de 90. Hubo de haber sido un hombre grande, ya que su complexión, ya un poco agachada, así lo reflejaba. 

Cuando me animé a hablar con él, me contó su vida pasada, que había tenido más de veinte vacas, y créeme, de aquella, veinte vacas era toda una fortuna. Recordaba el nombre de cada una de ellas y de lo que aún las echaba en falta. De sus hijos, que eran unos cuantos y de que uno de sus nietos, de escasos cuatro años, surfeaba ya en Tenerife. Y así todos los días, unas veces me invitaba él al café y otras veces le correspondía yo... hasta que llegó el día en el que dejé de verle y aún le sigo echando de menos al tomarme el café. Como a mi padre, a él, le gustaban las cerezas.

Las cerezas y las golondrinas son el símbolo del verano, al igual que las moras representan su fin. estoy deseando salir a moras.

INGREDIENTES
500Gr de cerezas 
100 gr de harina
100gr de azúcar
2 huevos y una yema




PRESENTACIÓN
Es un postre francés y ellos ponen las cerezas con el hueso incluido, lo que no deja de ser una faena; mi madre me regaló un despepitador de cerezas y con eso le quito el hueso, pero hasta ahora lo venía haciendo con una puntilla de cocina. En realidad esta tarta es como una especie de crepe gigante, gordo y relleno de fruta. Por lo que si tenéis una receta de tortitas, crepes o frixuelos, podéis utilizarla para hacer esta tarta; que por cierto, está muy buena con manzanas y con las antes mencionadas moras.

Ponemos todos los ingredientes, salvo las cerezas, en un baso de la batidora y batimos hasta que esté formada la crema, que deberá quedar de la textura de la nata líquida.

Cogemos un molde que no sea desmontable y añadimos la crema junto a las cerezas deshuesadas y horneamos a horno precalentado a 200ºC durante 30'

Como todas las crepes (como ya he dicho, esta tarta no deja de ser una crepe gigante), el cuerpo le pide algo más a la hora de comerla, yo la he bañado ligeramente con sirope de arce de Maple-Joe


miércoles, 16 de julio de 2014

Melocotones rellenos


Me persigue ese lazo fucsia, pero no lo quiero, no es ni de cerca mi color favorito. Buscando rincones donde esconderme he perdido la ocasión de ver plantar la Hoguera y me temo que no podré vestirme de llanisca, pero todo sea para que el año que viene sí pueda. Mientras tanto pienso sin cesar, aunque no quiero lo hago, no puedo evitar pensar en los míos, en mi gente, en mí misma, ¿qué narices voy a hacer sin no estoy? ¿en qué podré divertirme, qué helados comeré, qué sushi disfrutaré si no me quedo? ¿Qué voy a hacer sin mí? Luego pienso en ese campo llano, soleado, con mi padre, mis abuelos, con mi otra gente. Puede que también estén mis perros... a lo mejor allí también esté mi infancia, la vida sin preocupaciones; pero lo más seguro es que lo que más haya sea un banco, un banco donde sentarme a esperar.

INGREDIENTES
Una lata pequeña de melocotón en almíbar.

Una lata de aún en aceite de oliva

4 Palitos de surimi fresco

Una cucharada de mayonesa
Una cucharada de salsa rosa o cócktel




PREPARACIÓN
Picamos el surimi lo más fino posible y lo mezclamos con el atún desmigado y las dos salsas.

Rellenamos los melocotones y ya tenemos un entrante bien rico.


martes, 15 de julio de 2014

Bonito en salsa de langostinos


Nada es comparable al sonido del mar, esa apacible canción que puede volverse atronadora en momentos. Siempre me pregunté qué habrán experimentado los que viven tierra adentro cuando han tenido la oportunidad de ver el mar, cuáles han sido sus sentimientos, ¿será que se les inunda el pecho de alegría, de congoja? ¿A qué se puede comparar?

Nosotros somos de mar, mi abuelo materno y su familia son marineros,  el salitre parece estar impregnado en nuestra sangre, de tal forma, que cuando por la razón que sea nos alejamos de la costa, el aire nos parece escasear.

Es tiempo de bonito, tiempo de las sardinas y bocartes que huyen de él. Es un pescado muy versátil, y admite muchos tipos de cocinado, a cual más rico.

INGREDIENTES
Dos rodajas de bonito hermosas
2 Cebollas grandes
1/4Kg de langostinos

Un chorro de vino blanco
1 Cucharada de harina
1/2 Cucharadita de pimentón dulce
Caldo de pescado


PREPARACIÓN
En una cazuela ancha y baja doramos las rodajas de bonito en aceite de oliva, cuando hayan cogido un color doradito, sacamos las rodajas a un plato y reservamos.

Pelamos los langostinos y guardamos por un lado la carne y por otro lado las pieles y cabezas

En un cazo pondremos, las pieles y las cabezas de los langostinos y sofreímos un poco antes de cubrirlas con agua. Si tuviéramos más espinas y cabezas de pescado estupendo, pero así tal cual haremos un buen caldo bien sabroso.

En ese mismo aceite pocharemos la cebolla picada en brunoise y cuando esté blanda añadimos los langostinos, la harina y el `pimentón, añadimos también el chorro de vino y dejamos cocer cuatro minutos. Pasado ese tiempo trituramos el refrito con la batidora.

Encima de esta salsa colocamos las rodajas de bonito y añadimos el caldo de los langostinos hasta casi cubrir las rodajas de bonito. Cocinamos 10' más.

El plato pide de acompañamiento  patatas y pimientos verdes fritos.


lunes, 14 de julio de 2014

Tostas de queso y tomate


Junio siempre fue para mí el mejor mes, era el mes en el que se acababan las clases, la rutina, era la época en el que le quitábamos el corset a la vida y la dejábamos libre... regresábamos a Celorio. Muchas veces íbamos mi abuela y yo abriendo camino, nos adelantábamos a toda la familia y nos acomodábamos en la Bolerona las primeras. Abrir aquel portón de hierro y ver las enormes hortensias y fucsias a los lados de la gran corralada era abrir las puertas del paraiso. Al lado de la puerta principal de dos hojas, estaba aquella lila olorosa, grande, que ella había plantado siendo soltera... y la buganvilla morada que trepaba por el corredor.
Entrabas al portal, fresco, de azulejos de barro cocido y tras un breve pasillo llegabas a la cocina, en la que aún podías oler el carbón. A través de ella, salías a la huerta, un inmenso prado lleno de ciruelos y manzanos asturianos, a los que se accedía por una escalera de piedra bordeada de hierbaluisa... si hay un olor en mi infancia es ese, el de la hierbaluisa, y el frescor de la hierba de la huerta. Podría pasarme horas regresando con la mente a aquella época, a aquellos olores, a aquellas tardes de sol y a aquella abuela de la que dicen heredé su carácter y firmeza; pero al igual que las golondrinas que anidaban en el corredor, igual que las de las rimas de Becquer, ya no volverá y solo me queda la dicha de poder recordar una infancia feliz.

Mi abuela era una de esas personas adelantadas a su tiempo, pese a haber nacido en 1.900; bien podría haber pasado por una persona de mi misma época. Valiente, decidida, tenaz, sabia y a la que le ustaban muy poco las complicaciones. de haber nacido en la época del microondas habría sido una fan incondicional de este pequeño electrodoméstico. En su memoria, ya que dentro de poco cumpliría 114 años, hice estas tostas que a ella tanto le gustaban... aunque ella las hiciera en la chapa del horno de leña.

INGREDIENTES
1Kg de tomates
2 cebollas

Pan del día anterior
Queso de fundir


PREPARACIÓN
Cortamos la cebolla en Juliana sin importar que quede desigual, la ponemos en un recipiente apto para el micro y con un chorrete de aceite de oliva la metemos a máxima potencia unos cinco minutos. Mientras tanto iremos cortando los tomates en cubos. Los juntamos con la cebolla pochada, y añadimos tres cucharadas de sirope de arce Maple-Joe. Cocinamos 15 minutos a máxima potencia.

Pasado ese tiempo pasaremos nuestra salsa de tomate por el pasapurés (con la batidora pierde el color rojo y queda anaranjado)

Cortamos rebanadas de pan y las tostamos, ponemos encima el queso, ponemos al grill unos segundos hasta que se funda y a continuación le pondremos la salsa de tomate por encima.


lunes, 7 de julio de 2014

Macarrones Maika


Los años no pueden ocultar la belleza de sus facciones, la pequeña nariz respingona, los labios aún carnosos, la profunda voz... ha sufrido, ha sufrido la envidia de una ciudad entera, envidiosa de su belleza, de su libertad, de su alegría; Maika es una de esas personas a las que la gentuza se tira al cuello, la típica persona que es calumniada por generaciones enteras y que pasa la "mentira" de ella a sus hijos. La mala gente, los que se divierten echando por tierra a los demás seres humanos, escupen su amargura y su bilis sobre los demás, camuflando sus miserias bajo la apariencia de sonrisas. Maika aún es capaz de hacer girar las cabezas cuando pasa... aunque sea para murmurar mentira tras mentira. 

A Maika la conozco desde hace muchos años, siempre dando de comer y ayudando a animales perdidos, maltratados... dando rienda suelta a ese enorme corazón que tiene. Tomando un café en mi casa, mientras fumaba un cigarro tras otro, me dio esta receta, sencilla pero llena de clase, como ella.

 Quiero a mil Maikas antes que a unos solo de los hipócritas que la injurian.

INGREDIENTES
Pasta de la que más te guste o utilices, yo elegí estos macarrones redonditos 

Salmón fresco, mejor de la parte de la cola, pero puede ser cualquier corte

Una cebolla hermosa
Margarina

Leche Ideal o en su defecto nata líquida e incluso leche
Mucho orégano
Queso para fundir.


PREPARACIÓN
Cocemos la pasta según nos indique el fabricante.

Mientras se está cocinando limpiamos de pieles y espinas el salmón y lo cortamos en taquitos pequeños. reservamos.

Pelamos y picamos en Juliana fina la cebolla y en una sartén la ponemos a pochar junto con la margarina. Cuando la cebolla esté blanda añadimos el salmón hasta que se dore, será ese momento en el que agregaremos un chorrete de leche Ideal y el orégano. Mezclamos bien con la pasta escurrida y servimos acompañando de queso fundido.


jueves, 3 de julio de 2014

Albóndigas de merluza y gambones


No eran las diez de la mañana cuando el timbre de la puerta sonó. tras pagar al mensajero y firmar los consabidos papeles, me entregó el transporting. Y allí estaba él, esa bolita de rizos negros y blancos, con esos ojos llenos de miedo, arrinconado en el fondo de la jaula.
-Bosco- le susurré -te llamas Bosco- y el giró la cabeza intentando comprender el tono y las palabras.

Poco a poco el miedo fue dejando paso a la curiosidad, el silencio de la cocina parecía infundirle ánimos a salir del cajón y por fin lo hizo; sacudió el cuerpecillo agitando las lanas y tranquilo se me acercó, le di de beber y le ofrecí jamón cocido. Una hora más de inspección y la siguiente parada fue la cama de mi hijo. Dormía tranquilo cuando el perro le olió la nariz, despertándolo; Bosco había llegado a casa para quedarse.

Ese día conseguí que Julián comiese pescado sin rechistar.

INGREDIENTES
1 Merluza de kilo y medio más o menos
8/10 gambones
2 Dientes de ajo
1 Cebolla pequeña
Miga de pan
Un chorrete de leche

1 Cebolleta
1 Diente de ajo
Perejil picado
Una cucharada de harina
Vino blanco

Guisantes


PREPARACIÓN
Esta vez lo he hecho con el pescado fresco, pero se puede hacer perfectamente con el pescado congelado.

Retiramos piel y espinas a la merluza, y las cabezas y cáscaras a los gambones. Cubrimos de agua estos restos y lo llevamos al micro 10 minutos, pasado ese tiempo, machacamos todo lo que podamos las cabezas, pieles y espinas y colamos el caldo. Reservamos.

Con la ayuda de la picadora, molemos la carne de la merluza, los gambones, la cebolla y el ajo, añadimos la miga de pan y la leche. amasamos y formamos bolitas que pasaremos por harina, sacudimos para retirar el exceso y doramos en una sartén. Retiramos las albóndigas del fuego y reservamos.

En esa misma sartén pochamos la cebolleta y el ajo restantes, hasta que ablanden, en ese momento añadimos la harina, tostamos un poco y añadimos el vino y el perejil, agregamos las albóndigas y el caldo que hemos hecho hasta que cubra. A unos tres minutos de finalizar la cocción, añadimos los guisantes.


miércoles, 2 de julio de 2014

Tarta de queso y yogur


Montar en la lancha del Puntal y sacar las piernas por fuera de las barandilla era todo uno, la brisa golpeándonos la cara y revolviéndonos el pelo. El olor del aceite de los motores se mezclaba con el del salitre del mar, con el olor del verano. Las gaviotas chillando nerviosas por encima de nuestras cabezas y a lo lejos la península de dunas y playa del Puntal. Mi abuela con su bolsa de esparto, su sombrilla y la esterilla para tumbarse, mamá y mi tía con el capazo enorme en el que llevaban las toallas y bronceadores de todos nosotros y de ellas; éramos una de esas familias numerosas de antes, cuando el tener cinco hermanos no tenía ningún significado religioso adherido a la cifra.

Nunca hubo forma de que ninguno nos estuviéramos quietos en las toallas, cada cual andaba metido en sus aventuras imaginarias por las arenas y orillas del Puntal... hasta que llegaba la maldita hora de recoger, a las ocho de la tarde llegaba la última lancha. Nunca supimos qué pasaría sino la cogíamos, mamá y los adultos nunca quisieron saberlo.

Al llegar a Santander muchas veces teníamos que saltar entre los vagones del mercancías que llegaba hasta Puerto Chico, y yo, la pequeña, iba en busca de mi padre a la cafetería Austriaca, donde jugaba sus partidas de ajedrez, para ir a comer chocolate con churros. Pero esa vez fue diferente, esa vez no hubo chocolate con churros, esa vez compraron una tarta congelada, nuestra primera tarta de queso; desde aquel entonces han pasado muchas tartas de queso por nuestras vidas, pero el recuerdo de aquella primera es imborrable.

INGREDIENTES
500gr de queso Quark 0% grasas
2 Yogures bio sabor vainilla (el sabor es opcional, mi madre lo hace con yogur natural cremoso)
150gr de azúcar

1 Paquete de hojas de gelatina neutra (cola de pez)
Un chorrete de leche entera

Mermelada del sabor que más nos guste, yo aproveché la de la entrada anterior

150gr de galletas
50gr de mantequilla



PREPARACIÓN
En cada paquete de hojas de gelatina, dependiendo de la marca, vendrán unas 12 hojas, bueno, pues separamos siete y las ponemos a remojar en agua fría para que ablanden.

Molemos las galletas y fundimos la mantequilla en el micro. Cuando tengamos las dos cosas hechas colocamos las galletas molidas en un molde desmontable y mezclamos bien con la mantequilla derretida, nos ayudamos de una cuchara para formar la base. Metemos en la nevera para que endurezca un poco.

Mezclamos los yogures con el queso y el azúcar.

Ponemos el chorrete de leche a hervir, cuando entre en ebullición retiramos del fuego y añadimos la gelatina ya blanda y escurrimos, removemos para que se licúe y lo agregamos a la crema de queso y yogur, batimos bien y lo vertemos encima de la base de galletas. Metemos en la nevera para que vaya cuajando.

Ponemos a ablandar en agua fría otras tres o cuatro hojas de gelatina. Dependerá de lo cuajada que os guste la cobertura, por lo que podéis obviar la gelatina si no os gusta la consistencia de la misma.

Más o menos a la media hora, en un cazo ponemos un par de cucharadas de mermelada y un poco de agua (más o menos el culo de un vaso de los de nocilla) en un cazo, removemos para que se licúe la mermelada y dejamos que hierva, en ese momento retiramos del fuego y añadimos la gelatina ablandada y escurrida, removemos para que se disuelva.

Con la ayuda de una cuchara vamos vertiendo la mermelada encima de la tarta, es mejor a cucharadas porque podría levantar el queso y mezclarlo con la mermelada, tiñendo y dejando un poco menos bonita la presentación.


martes, 1 de julio de 2014

Mermelada de kiwi


-Parece que va a llover- dice mi madre -las golondrinas están volando muy bajo- y así es, no falla, cuando las golondrinas vuelan bajo están anunciando lluvia, al igual que mi gato y todos los gatos del mundo, cuando se lavan la cara y pasan la pata detrás de la oreja, cae agua del cielo seguro.

Hoy está orbayando y la temperatura es tirando a fresco, nos reunimos todos en torno a la mesa de la cocina mientras el pan se tuesta en la plancha y el chocolate humea en el cazo. Mamá saca la mantequilla de la nevera y menciona que no se parece en nada a la mantequilla de antes, que con ésta solo comparte el nombre. Claro, es que antes todo era diferente, el pan pesaba y duraba días, la leche era gorda y a marillenta, los huevos costaba romperlos y al mojar la yema había que hacer fuerza... todo cambia, mamá, igual no cambiamos nosotros y eso es lo que nos ancla al pasado, ese pasado que cada vez evocamos más y más.

INGREDIENTES
1/2Kg de kiwis de los verdes
 200gr de azúcar
El zumo de un limón


PREPARACIÓN
Pelamos y cortamos en trocitos los kiwis, los ponemos en un cazo junto al azúcar y al zumo de limón y dejamos cocinar a fuego bajo unos veinte minutos.

Cuando ya estén blandos los trozos de fruta, podremos pasarlos por la batidora o bien machacarlos con el tenedor. Por lo general suelo dejar la mermelada con trozos, sin embargo, la de kiwi, me gusta pasarla por la batidora.


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